No hay ningún taller de grabado exento de riesgo. Sea cual sea la acción que se ejecute permanece, en mayor o menor medida, agazapado o evidente, un peligro en cualquiera de sus versiones: corte, apresamiento, intoxicación, quemadura, corrosión, golpe, resbalón, salpicadura, distracción. Desde hace ya dos décadas la mentalidad de la mayoría de los grabadores y las instituciones ha evolucionado para encontrar antídotos eficaces contra la peligrosidad de sus talleres. Además, las exigencias de la era digital y de la cultura de la imagen, han transformado su fisonomía introduciendo insoladoras, ordenadores, plotters, impresoras 3D y cortadoras láser que se unen a los tanques de mordida vertical, cabinas de pulverización y unidades electrolíticas. Al mismo tiempo la maquinaria más antigua se va llenando de prótesis que, con el mismo color amarillo del lavaojos de emergencia, evitan que un estudiante se pille los dedos. Los productos se sustituyen, los ácidos se han jubilado y los botes manoseados de aguarrás han dado paso a solventes biodegradables. El móvil, en cada mesa de trabajo, es testigo de estos cambios reteniendo la atención plena del estudiante. Su temblor apenas destaca confundido con el runrún de la campana extractora y los conductos de ventilación.
Hemos visto evolucionar la expresión de grabado no tóxico, incorrecta por imprecisa, que condujo a la confusión. Al establecer los límites que permitiesen definirlo con más rigor se llegó al sucedáneo de grabado menos tóxico y, paralelamente, se acertaba con la denominación de grabado sostenible englobando la salud del artista, la del planeta y, también, la de algunos empresarios oportunistas. Pero aún se trataba de una expresión joven que no estaba ni completa ni convenientemente definida y fue, para muchos, un cajón de sastre en el que meter todo tipo de productos, procesos y maquinaria.
No todos los talleres son iguales como tampoco lo son las ciudades, los países, en los que se ubican. No es lo mismo Gaborone que Nueva York. Probablemente los espacios de trabajo de la primera sean más contaminantes, pero mientras que la segunda luce unos estudios cero emisiones, la sociedad de consumo genera cada mañana toneladas de residuos plásticos. Lo sostenible en grabado no puede mantenerse ajeno a la manera con que todo ser humano debiera realizar sus actividades cotidianas, desde barnizar una plancha a comerse un yogur. La sostenibilidad es una actitud. Y aunque la idea de lo no tóxico y la ecología dirija nuestra actividad de grabadores, compete más a la gestión que a lo artístico, por lo que es fácil dejarla de lado. Así, toda acción es poca para airear las salas corroídas por el nítrico y el mordiente holandés, las nubes de resina rayadas por los sopletes de butano y los talleres con tufo a betún y aguarrás: “Echo de menos como olía el grabado antaño” se ha oído tal vez en una confusa nostalgia… me pregunto si Goya hubiera evitado su saturnismo de haberlo sabido; he conocido a grabadores que se quejaban por las emanaciones del ácido nítrico mientras terminaban el último cigarro de su cajetilla diaria.
Fue el suizo Teofrasto Paracelso (1493-1591) el primero en dar una definición precisa de tóxico. Profundizando en la etimología de la palabra, comprobamos que lo tóxico es nocivo para la salud por ser algo venenoso. Derivada del griego τοξικός «relativo al arco» el significado actual proviene de la expresión τοξικòν φάρμακον (toxikón fármakon) que alude al veneno para untar las flechas. En un taller hay otras situaciones que pueden hacer daño sin ser tóxicas: un apresamiento en el tórculo, una caída de la pletina, un corte con una gubia, con el bisel de una plancha, grabar con luz inadecuada, pasar muchas horas de pie o muchas horas sentado.
A finales del siglo XX y principios del XXI, se comenzó a mejorar la sostenibilidad intentando suplantar unas formas de grabado por otras. El fotograbado en film fotopolímero se vendió como un sustituto sostenible a las técnicas tradicionales acreditando su facilidad, mejorada su toxicidad -al no usar dicromatos- y competente en la reproducción de la imagen. Llegó pisando fuerte gracias a su iniciador, Keith Howard, que encontró en los motivos sanitarios una forma efectiva de promoción. Pero este argumento no convenció a muchos grabadores que, habiendo actualizado la sostenibilidad de sus talleres, siguieron practicando el aguafuerte o el aguatinta y consideraron el fotograbado una posibilidad plástica más, no excluyente, que aportaba cambios sustantivos en la gráfica contemporánea. Otras técnicas y productos están tardando más a expensas de las expectativas frustradas de los artistas: los sistemas de mordido electrolítico, los sustitutos de la resina, algunos barnices acrílicos o las tintas al agua son ejemplos.
Los beneficios de minimizar el riesgo en el taller son indiscutibles. Pero también han traído de la mano algunos perjuicios para el trabajo aumentando la incomodidad, limitando el uso de algunas técnicas y desplegando una parafernalia de equipos de protección a veces desmedida, al menos en la teoría. Enseñar a grabar significa también fomentar en el joven artista la adquisición de una actitud preventiva que le ayude a protegerse con naturalidad y sensatez adoptando, sin excesos, aquellas medidas extras que absorbe la naturaleza propia del grabado. También hay que cultivar un sentimiento de responsabilidad bioética que le acompañe en el uso y adquisición de los materiales, no solo los menos contaminantes, sino también los de producción más cercana.
Un disolvente mineral desodorizado o un aerosol sustitutivo de la colofonía que no se aplique en una cabina adecuadamente ventilada son cambios desacertados; ceras abrillantadoras de suelo de marca blanca aplicadas como barniz, aceites de cocina usados como limpiadores, salsa de soja frotada como desengrasante, grabado en tetrapack, litho-kitchen… parece como si el grabador hubiese abierto los armarios de casa tomando todo lo que se encuentra a su paso en su deseo de experimentar esta sostenibilidad. Pero este comportamiento, aunque supone pasos hacia adelante, poco ayuda a quitarnos la etiqueta de “disciplina de cocina” que muchos hemos desestimado. Fruto de la necesidad y de las buenas intenciones, estos parches metodológicos no deben sustituir el empeño en obtener más recursos para la investigación y la innovación en productos y procesos específicos para el grabado. Empresas, universidades y algunos particulares llevan años esforzándose en esta línea pero, aunque ha habido grandes progresos, no está todo resuelto.
Hoy me quiero dedicar al taller colectivo que es compartido por estudiantes, atendido por profesores y técnicos y gestionado, desde el punto de vista económico y administrativo, por un ente público. En este tipo de espacios complejos, los errores y los aciertos individuales afectan a todos, por lo que el fomento de esa actitud preventiva, emparejada con la formación creativa, cobra especial importancia. La institución universitaria, ante la necesidad de optimizar los recursos y cumplir con la normativa sobre prevención de riesgos, se ve obligada imponer una cierta disciplina convirtiendo la seguridad en un enredado trabajo de equipo. Distinta es la gestión de un estudio de uso individual en el que el dueño decide las medidas protectorias y su calendario de ejecución, sin más control que el que pueda derivarse de un incidente o una visita rutinaria de la inspección.
Es llamativa la contradicción que se produce entre el deseo de que nadie quiere tener un accidente y las reticencias con las que se van aceptando estos cambios. Podemos identificar algunos de los obstáculos que están retrasando hacer de la prevención un hábito y que pueden ir desde la comodidad, la negligencia, la rebeldía o la coquetería hasta la resistencia al cambio, la falta de atención, la de destreza manual o el cansancio. Pero también existen otros:
1 Desarreglos estructurales: aulas masificadas, talleres antiguos mal diseñados con falta de espacio, exceso de muebles, maquinaria inservible o arrestada por los inventarios, ventilación inadecuada, instalaciones sin mantener, falta de coordinación entre los estamentos (órganos de gestión, personal de mantenimiento y profesores) economía precaria de la institución, falta de tiempo y, sobre todo, la creencia de que el accidente va unido a la fatalidad. La prevención es un trabajo de equipo. También podemos decir, sin segundas intenciones, que pueden existir casos puntuales de deficiencias por parte del profesorado debido a hábitos muy arraigados, y de los técnicos, dada la dificultad que supone adaptar un personal laboral flotante a una elevada especialización.
2 La ausencia de una normativa breve y sencilla. A veces las leyes se redactan por razones colindantes con la prevención misma, como puede ser el miedo a las consecuencias legales que pueda tener un siniestro, lo que desemboca en un exceso de medidas que restan naturalidad al propio instinto de supervivencia. Toda la artillería de información sobre advertencias, obligaciones, prohibiciones y usos desmedidos de los equipos de protección terminan por anestesiar la capacidad más despierta de cualquier estudiante, que pierde la noción objetiva de peligro. En confrontación, también se resiente la sensación de desprotección legal de un profesor o un técnico responsable de un aula por lo que debe cuidarse que no quede todo en una representación, una ficción de seguridad, una neo protección del alumno. Incorporar en el taller una cultura de seguridad creíble obliga a que exista coherencia entre el riesgo real y las medidas recomendadas. Reflexionar sobre la naturaleza de los accidentes de grabado, a corto y largo plazo y medidas sencillas como conocer las herramientas, las máquinas y la correcta preparación de los mordientes, se unen a la sustitución de ácidos, solventes y resinas y al uso preciso de EPIs según la naturaleza de la labor que se esté realizando.
El peligro no reside tanto en los productos o procesos, como en la manera insegura o negligente de usarlos. Además, si el producto fuese tan peligroso, la responsabilidad no debiera ser de la autoridad académica, sino de su fabricante y de las instancias superiores por la permisividad en su uso, por lo que deberían prohibirse*. En cualquier caso, y manteniendo que la información es la base de la protección, mucha de la responsabilidad recae sobre la capacidad formativa del profesor. Una buena iniciativa de la Universidad de Sevilla ha sido incorporar una clase sobre los riesgos específico de cada asignatura que queda incluida en los programas docentes desde el primer año. Es recomendable que en esta sesión se discutan las ventajas y los inconvenientes de las medidas preventivas, ilustrándolas con el histórico o con simulaciones para que haga mella el “eso me puede pasar a mí”.
Comprender el efecto nocivo de los disolventes, incluido el desodorizado, conocer el peligro real de una sustancia inflamable y su dificultad de control (el aire arde), posicionar adecuadamente la mano tras la gubia al dibujar, respetar el área de trabajo del tórculo, explicar el mecanismo de rodamiento y sujeción de la pletina, alertar del efecto corrosivo de cualquier mordiente, adquirir experiencia en su preparación añadiendo primero el agua y después el ácido, o señalar a los ojos como el órgano más vulnerable del taller son conocimientos que pertenecen a la prevención general básica. Pero el estudiante de grabado no es un neófito puro en el campo de las bellas artes, tienen ya cierta experiencia y sabe del peligro de algunos materiales que les son propios. Si además de explicarle cómo trabajar el aguafuerte y cómo funcionan los mordientes, se le exige que, para introducir una pequeña plancha en la cubeta, se ponga las gafas, los guantes, la mascarilla y un mandil impermeable, sumado a que ya llega a clase con su bata, sin sus lentes de contacto, y con los zapatos de seguridad bien abrochados, entre otras medidas menores es, sencillamente, una perversión del sistema preventivo. Es importante promover el uso de los EPIs adecuándolos a las tareas, informando y recomendando, para evitar la prohibición o la obligación sin más.
3 Generalización de las medidas preventivas. Me remito de nuevo a Paracelso, que además también fue el primero en identificar una enfermedad laboral, cuando expresó “Todo es veneno, nada es veneno. En la dosis está el veneno”. La administración universitaria, dada la cantidad de laboratorios (talleres) que gestiona, se mueve con excelente rigor en la generalidad e intenta, por la elevada casuística, hacerlo también en la particularidad. Pero no es lo mismo el técnico que tiene que preparar cubetas con 10 litros de mordiente, trasvasarlo entre recipientes, actualizarlos, reciclarlos, gestionar sus residuos, limpiar la caja resinadora, mantener los talleres limpios a diario en una jornada laboral de ocho horas, que el estudiante del que hablábamos antes que siente una exageración en la norma y se resiste a aplicarla. No es lo mismo, tampoco, el cloruro férrico que el ácido nítrico, el oxálico o el sulfúrico, estos últimos felizmente desaparecidos.
4 Fomentar la aplicación de un grabado econológico: la economía, la ecología y la ergonomía, entendida como la mejor adaptación al usuario, deben ser tres conceptos inseparables si se pretende un cambio de hábitos en la prevención. Uno de los target más importantes para el comercio de los productos de grabado son los estudiantes, dispuestos a trabajar de la forma más segura y muy sensibilizados con el medio ambiente, pero con los bolsillos siempre encogidos. Es difícil hacer un grabado ecológico si resulta caro y, en algunos casos, imposible de pagar para algunos dado el coste que tienen los estudios en Bellas Artes. Aunque el análisis puede extenderse a muchos productos, basta consultar el precio de los considerados más ecológicos, como el ALV o las tintas calcográficas al agua. Con respecto a estas últimas actualmente hay varias marcas de base acrílica de buena calidad (Charbonnel, Akua Intaglio, Caligo) pero no terminan de introducirse de todo en el mercado estudiantil. Estas sustituciones se realizan cuando los beneficios son notables en las distancias cortas, es decir, cuando se reduce considerablemente el nivel de toxicidad y contaminación o se aumenta visiblemente la calidad del resultado. Ya existió un precedente con las tintas serigráficas al aceite que fueron sustituidas en la mayoría de los talleres por las acrílicas. Su elevado grado de toxicidad hacía que el precio pasase a un segundo plano. Volviendo a las primeras, los fabricantes aún no han asumido el coste de cambio que supone desterrar de los talleres un hábito centenario. Charbonnel, una de las marcas estrella en productos de grabado, está posicionada por diferenciación, ofreciendo un producto artístico de calidad, exclusivo (tal vez en una estrategia de descremación) pero excesivamente caro para la precaria economía estudiantil. Esta casa tiene precios equilibrados entre sus tintas al agua y al aceite y ofrece un conveniente dosificado en tubos (150 ml.) o latas pequeñas (250 ml.). Pero aun así, su coste la coloca tras otras marcas, envasadas en latas de un kilo cuatro veces más barata (Sun Chemical, por ejemplo) Estas últimas siguen estrategias de dominio por los costes, ofreciendo un producto también de calidad pero reduciendo en embalaje o publicidad. Los alumnos en menos de un suspiro y gracias a la inmediatez de los grupos de WhatsApp se organizan para compartir y sacar ventaja de las compras en volumen.
Pero siendo la economía, la ecología y la calidad importantes, aún hay un último asunto que puede preocupar a un grabador: la necesidad de simplificar. El grabado es una disciplina de por sí técnicamente compleja que obliga, casi por supervivencia, a procesos lo más sencillos posible. Esto puede explicar por qué hay técnicas que no terminan de implantarse. Por ejemplo, mientras que el fotograbado, renacido casi al mismo tiempo y también promocionado como alternativa no tóxica es ya un elemento presente en cualquier taller, el sistema de mordido por electrolisis no ofrece unos resultados que compensen, por el momento, la complejidad y el cambio de hábito e infraestructura para obtener resultados similares.
4 Comportamientos contrarios a la seguridad. Si se diera el caso, hay que actuar con firmeza ante una actitud negligente. Tras 25 años de experiencia en la docencia del grabado, guardo en la memoria los daños puntuales que se han sufrido en el taller, algunos de ellos en la realización de actividades aparentemente inofensivas, pero no recuerdo ninguno por un comportamiento irresponsable. En este sentido es importante identificar los límites de la capacidad de un estudiante que va a depender, además de los factores académicos, de factores físicos o emocionales. Un joven puede solazarse en cualquier momento y el estrés, la falta de sueño, una distracción e, incluso, el exceso de precaución pueden hacer que sobrevenga el error. Esto implica la insistencia por parte del profesor quien, además de excluir los condicionantes técnicos (falta de destreza manual como el más importante) o de organización, debe ser receptivo al sentir de un alumno durante la actividad en clase.
Para finalizar enlazo una pequeña selección de webs y documentos de acceso abierto, por si desde esta plataforma se puede redundar más en este cambio de actitud y hacerla natural. Son todos específicos del área de grabado y se han omitido documentos generales sobre prevención de riesgos o seguridad y salud. Suponen una buena base de datos de la que extraer información que se irá aumentando con el paso del tiempo
1 La Universidad de Barcelona ha sido pionera en España en la implantación de estas medidas y en conseguir una promoción continua de lo que supone el grabado sostenible. Los distintos equipos de investigación han estado encabezados por la doctora Eva Figueras Ferrer. Pueden dstacarse los documentos Un taller de grabado sostenible: materiales menos tóxicos y minimización de residuos. (Facultad de Bellas Artes, Universidad de Barcelona, 2008), El Grabado al aguafuerte con sales corrosivas (Revista Bellas Artes, Universidad de La Laguna, 2011), La sostenibilidad en el grabado (Figueras, Kiekeben y Green, Universidad de Barcelona, 2004) y Seguridad en el taller de grabado: resumen, (Eva Figueras, 2011).
2 Manual de laboratorio del área de gráfica Universidad Politécnica de Valencia, Departamento de Dibujo.
3 Guías de prevención por asignaturas en la Universidad de Sevilla (A.A.V.V). Actualmente en construcción, 2016
4 Otras páginas como la de la National Society for Education in Art and Design, Printstudio, Nontoxicprint , la página de Friedhard Kiekeben, la de Nik Semenoff, Cedric Green, (todas en inglés) o el sitio de Pablo Delfini e Incisione Sostenibile… entre otras. Continuará…
[*El REACH (Registro, evaluación, autorización y restricción de sustancias químicas) fue aprobado por el Parlamento Europeo y entró en vigor parcialmente el 1 de junio de 2007 para registrar las sustancias tóxicas. La obligación de aplicación completa termina en junio de 2018. Los objetivos son, entre otros, los siguientes: acabar con la falta de conocimiento sobre la peligrosidad de las sustancias químicas, proteger a las personas y al medio ambiente de los compuestos peligrosos, detectar, limitar y, si fuera necesario, hacer desaparecer de la circulación a las sustancias de riesgo, fomentar la innovación para conseguir nuevas sustancias más seguras y simplificar la reglamentación sobre productos químicos.Fuente imágenes: arriba: taller 2 de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla; siguiente: montaje con imagen de José Guadalupe Posada; siguiente: gift en margaritagarciaalonso.wordpress.com; siguiente: cartel de prevenciON en Centro Comunitario de Prevención Estudiantil; siguiente: Seguridad Laboral en la Central de Sprinfield (al oeste de Shelbyville, al sur de Ciudad Capital, al noreste Ogdenville y al sureste de Cypress Creek); siguiente: pizarra sobre prevención en un taller de grabado, de la autora; siguiente trabajando con la resina en smidgeonpress; siguiente: tórculo con tope en la Facultad de Bellas Artes, Sevilla; siguiente: camiseta con exención de responsabilidad en caso de percance en mitgallery.com; siguiente: Ellen Gallagher grabando una de sus planchas en art21]