Dibujar es la forma más inmediata y personal de conocer, ilustrar, transformar y expresar versiones de la realidad. Grabar es dibujar y por tanto también es inventar y crear; es hacer imágenes que apresan una visión de la naturaleza y del espíritu y como acto propio del ser humano se basa en la inteligencia y en el sentimiento.
Grabar tiene a la línea como elemento de construcción. Hay veinticinco acepciones para esta palabra que puede ser usada, indistintamente, en el ámbito artístico, el científico, el retórico o en el lenguaje común; de sus significados, los que tienen que ver con lo gráfico aparecen siempre en relación a sus posibilidades geométricas y en su versión más simple, se refiere a la «distancia que une dos puntos». Pero también pueden encontrarse líneas de aplomo, de contorno, de relleno, continuas, de garganta, de huída, en relieve, en hueco, de intersección, de nacimiento, de nivel, de tierra, de horizonte, ocultas, punteadas, de encaje, tramadas, áureas… Líneas dibujadas, líneas grabadas. Líneas pintadas y pensadas.
San Isidoro de Sevilla en el siglo VI definiría, en cuanto a los fundamentos básicos, que “la figura primera de la ciencia geométrica es el punto, que es lo indivisible. La segunda es la línea, que, privada de latitud, es longitud nada más. Línea recta es la que presenta la misma dirección en todos sus puntos. Superficie, en fin, es lo que posee únicamente longitud y latitud. Los límites de la superficies son líneas, pero su imagen no aparece, porque se encuentran en el interior de ellas”, pero el sabio no apunta nada acerca de su etimología. Es Joan Corominas (Gredos, 1961)quien fecha su aparición en la literatura castellana hacia 1490 dentro del vocabulario de Alonso de Palencia refiriéndose al “hilo de lino” (derivado de linum). En un sentido más antiguo, hacia 1250, se encontraría liña en los libros de Alexandre y de Apolonio, que derivaría en aliñar o “poner en línea”, enderezar (aderezar es derivado) colocando derecho lo torcido y, en consecuencia, rectificando un símbolo gráfico. O un sabor.
Continuando con el linaje del término, pariente cercana es también la palabra “raya”. Los grabados se hacen con líneas que adoptan este término, datado hacia 1288, que probablemente proviene del latín radius, el “rayo de luz” que surge de una nube tormentosa. Rayar es también “brillar”, rayar el alba, y trae a la memoria de cualquier grabador la línea brillante que surge en la técnica del aguafuerte cuando el barniz es herido por el punzón. Un rasguño es la marca que se deja con las uñas en una superficie, sea la piel, la plancha o el papel y rasguños son las letras y las líneas; el verbo griego grapho, derivado de la raíz indoeuropea gerbh, también designa al arañazo, la inscripción.
Los griegos y los etruscos fueron quienes, por primera vez escribieron con un punzón de hierro sobre tablillas de cera con el graphium, una palabra que en latín significa “punzón para escribir”; en griego la palabra pintor se dice zográphos (el que escribe lo que está vivo). De distinta raíz es el vocablo “carácter” [hacia 1250] que, aparte del hierro para marcar el ganado y la marca que este producía, fue un instrumento de grabado. Concerniente a las acepciones nombradas es también el “estilo”, que además de ser el modo de practicar un arte, fue en su origen el stilus, otra herramienta punzante para escribir que concluye en la actual estilográfica. El grabador, como quien maneja un arado, utiliza sus herramientas haciendo surcos sobre la plancha. El santo sabio sevillano también adelantó en el siglo VI el origen del vocablo «buril» antes de que el mismo instrumento existiera: “Aratrum deriva de arare terram (arar la tierra); y es como si se dijera araterrium. La mancera (mango) es la curvatura del arado; se llama buris, como si se dijera boòs ourá, porque tiene la apariencia de una cola de buey”. (Etymologiarium, Madrid, 1993)
Grabar con líneas rectas, curvas, quebradas o sinuosas, es algo que depende del ductus del grabador, de la longitud, de la técnica utilizada y, en mucha medida, de la pretensión de la propia línea. Puede adoptar la función de ser trama, de simular una tonalidad, de hacer un contorno, o de expresarse per se con absoluta independencia de cualquier encomienda gráfica. En la mayoría de los casos, tramar se resuelve con líneas rectas, pequeñas o medianas, paralelas y/o cruzadas. Habría que pensar si una línea recta continua, como la que con afán y sabiduría realizaron los burilistas, no existió solamente en la mente de algunos artistas aprisionados por las restricciones técnicas y los convencionalismos. Dos apasionadas citas románticas sirven para refutarlo: Eugène Delacroix diría “hay líneas que son monstruos: la recta, la serpentina regular, sobre todo dos paralelas. Cuando el hombre las establece, los elementos se las comen. El musgo, los accidentes rompen las líneas rectas de sus monumentos (…) estoy en mi ventana y veo el más bello paisaje; la idea de una línea no se me pasa por la mente”(Antología de los diarios, Tecnos, 1987) ; por el otro lado, arremetiendo contra la estética neoclásica de los grabados academicistas Goya lanzaría su particular exabrupto: “Esos maestros amanerados que siempre ven líneas, jamás cuerpos. Pero, ¿dónde encuentran líneas en la naturaleza? Yo no distingo más que cuerpos luminosos y cuerpos obscuros” (op. Cit. Gallego, Goya. Urbión, 1982). Causa más que suficiente para que el grabador de Fuendetodos se convirtiese en el principal promotor del aguatinta; razón técnica más que probable para que Ribera no se apasionase por el grabado como manera de representar sus claroscuros; motivo indiscutible por el que Rembrandt la utilizó apretándola, densificándola para que ni una sola se expresase sin el disimulo de aparentar uno de los muchos matices del negro.
El grabado es una línea con memoria de su trazado, un gesto congelado, el recuerdo de una acción expresiva sobre un soporte, la necesidad humana de dejar huella, de grabar las leyes, de transmitir, de perpetuarse, de divulgarse, de multiplicarse. Gestos son las líneas que Apeles dejó en una tablilla de cera para señalar sus visitas, nulla die sine linea, ningún día sin dejar rastro. “La estela” es un monumento funerario (gr. Stele, hístemi>colocar) que conmemora el paso de un cuerpo, el vestigio que ha dejado algo, o alguien, como consecuencia de su movimiento: “todo punto, toda línea, toda superficie, todo cuerpo, toda sombra, toda luz y todo color son formas generadas por el movimiento, que a su vez generan el movimiento. Dolor y placer, odio y amor, repulsión y atracción son formas de la psique generadas por el movimiento. Si quiero tener la experiencia vivida de una línea he de mover la mano de acuerdo con la línea, o bien he de seguir la línea con mis sentidos, es decir, he de ser movido espiritualmente” [Johannes Itten, Análisis de los maestros del pasado, 1921). “¿Qué dirige la firmeza y seguridad de la mano?” se preguntaría Durero dibujando una figura… reflexión cuya respuesta incluye los tres elementos que intervienen en la apariencia de la más simple de las líneas: instrumento, intelecto, movimiento. (Los cuatro libros de la simetría…, 1557).
El significado de línea también hace reiteradas alusiones a la idea de límite, de contorno por un lado, y de estructura, por otro. Partiendo del origen del dibujo que aparece en la Historia Natural de Plinio hasta Roger de Piles, a quien le gusta definirlo como “espíritu del contorno”, el grabado potencia el concepto de la línea con idea de meta, de límite entre lo que acaba y da paso a algo distinto, al fondo o a la forma, a un tono y el siguiente. Algo debió influir en esta definición la circonscrizzione y los lineamenta de Alberti: “yo quisiera que en el dibujo solo se buscase la exactitud en el contorno, en lo cual es preciso ejercitarse con infinita diligencia y cuidado, pues nunca se podrá alabar una buena composición ni una buena inteligencia de las luces si falta el dibujo”. También Piero della Francesca definiría al dibujo como “los perfiles y contornos de los que consta la cosa”. Y es muy posible que no sea solo la evolución iconológica lo que ha llevado a estas denominaciones, sino también la propia evolución técnica del grabado que no permitió durante mucho tiempo las tonalidades resueltas mediante mancha hasta la aparición del aguatinta en el siglo XVIII. La línea, la raya, ha sido desde el grabado y durante mucho tiempo, el elemento protagonista en la generación de superficies, incluída la representación de la escultura. La misma palabra “esbozo” o “boceto” deriva del trabajo en tres dimensiones: la bòzza, o bozzeto en su diminutivo, fue la piedra sin desbastar utilizada por los escultores.
Hay que acudir por fin a un texto específico para encontrar una acepción estrictamente referida al campo artístico. La conocida como «línea de belleza» aparece definida en 1788 y fue un grabador quien la formuló en dos gruesos volúmenes. William Hogarth en su disertación elabora una doctrina, algo dogmática y no exenta de cierto academicismo, con la que intenta desacreditar aquellas escuelas que consideraron el problema de la belleza más una cuestión moral que estética. Le dedica tres capítulos a las líneas: el siete a establecer un concepto general y el nueve y el diez a la línea ondulante y la línea serpentina, respectivamente. Un ejemplo que ilustra bien su escrito es el siguiente: “Hay que señalar que las formas más graciosas apenas tienen líneas rectas. Obsérvese también que la línea ondulante o línea de belleza introduce mayor variedad, al estar compuesta de dos curvas contrapuestas, y ello la hace todavía más decorativa y agradable, y obliga a la mano a ejecutar un vivo movimiento al trazarla con la pluma o el lápiz; y que la línea serpentina, con su balanceo y contoneo en diferentes direcciones, conduce al ojo placidamente a lo largo de la continuidad de su variedad -si se me permite la expresión-. Podría decirse que su retorcimiento en tantos sentidos diferentes incluye múltiples características a pesar de ser una sola línea. Y por ello no puede expresase en el papel toda su variedad, sin la ayuda de la imaginación o la representación de una figura”. (Análisis de la belleza, 1753). Es probable que la dedicación de Hogarth al grabado se basara en esta voluntad de transmitir con líneas, dado su alto nivel de legibilidad puesto que elimina la ambigüedad y, a diferencia del pincel, el buril y el punzón determinan trazos altamente definitorios. En en el caso de Hogarth la línea se convierte en una caligrafía figurativa que describe con extrema precisión los rasgos de sus caricaturas.
El otro tratado estético que incluye una clasificación categórica de la línea, bajo un juicio más conceptual, es el significativo ensayo de Punto y línea sobre el plano que trazara Vasili Kandinsky hacia 1955, que también dedica al grabado algunas de sus hermosas páginas. El autor despojó a la línea de todo carácter mimético, en cualquier sentido, lo que hizo sus reflexiones muy sugerentes: «Especialmente valioso para el artista sería advertir hasta que punto la naturaleza combina, compone y ofrece estos elementos, pero no para ser imitados, ya que tiene sus finalidades propias, sino para ser confrontados con los del arte». Es la línea como modo de expresión. Klee lo definiría muy bien diciendo “la fábula del infantilismo de mi dibujo debe de tener origen en producciones lineales en las que seguramente he intentado aliar la idea del objeto, un hombre, por ejemplo, con la pura presentación del elemento “línea”. Para mostrar al hombre “tal cual es” me habría sido necesario un barullo de líneas absolutamente desorientador. El resultado no habría sido entonces una presentación pura del elemento, sino un enredo tal, que ya nadie se habría encontrado (…). Por lo demás, de ningún modo creo mostrar al hombre tal cual es, sino tal cual podría ser” (Acerca del arte moderno, 1924).
[Fuente imágenes: Rembrandt, Cristo entre los Ladrones; siguiente: «punta grabando» en Javier Blas Benito y José Manuel Matilla Rodríguez, «Arte gráfico y lenguaje» (Mus A. Revista de los museos de Andalucía, 4 (2004); siguiente: imagen de un stilo romano en flg.es; siguiente: Goya; Estragos de la Guerra; siguiente: La muerte de Patroclo, anónimo veneciano del siglo XVIII, detalle; siguiente linóleo de Matisse; siguiente Hogarth, Análisis de la belleza en Artoftheprint; siguiente aguatinta de J. Beuys].