Parece ser que por inercia, antes de cambiar un concepto firmemente establecido, el de obra gráfica, y otro aunque más correcto pero demasiado amplio, estampa, se optó por añadir la palabra original al primero, entrándose a definir el grabado de creación como “obra gráfica original”. A este respecto, Cabo de la Sierra afirma certeramente que “ (…) debe lamentarse que un término tan adecuado como estampa no haya logrado la difusión que merece, tanto por su economía lingüística como por su precisión técnica”, hecho comprensible cuando se piensa que en cuatro siglos esta palabra ha tenido dos matices demasiados opuestos: el de creación y el de reproducción.
Esta denominación ha ido afianzándose de forma internacional por una tácita convención y hoy en día está bastante asumida, refiriéndose a obra gráfica original como el resultado de un proceso creativo en grabado y otros sistemas de estampación (técnicas en hueco y en relieve, planográficas y plantigráficas) con la directa intervención del artista. Las únicas dudas que pueden restar son aquellas que aparecen en el estudio e identificación del grabado de creación en la historia del arte y aquellos procesos nuevos en continua evolución: sirvan como ejemplo los medios informáticos, que llevan implícitas relativamente nuevas formas de producir y cuya nomenclatura aun está por resolver, ya que el término “estampa digital” parece haberse convertido en un cajón de sastre donde cabe cualquier imagen impresa por estos medios.
[Imagen: Ellen at work, xilografía en dcimprint]